ANTECEDENTES

Niveles de desigualdad digital en las personas mayores

A medida que aumenta la omnipresencia de Internet en la sociedad, desaparece la brecha de acceso entre ricos y pobres, habitantes urbanos y rurales, viejos y jóvenes, o personas con educación y sin educación. Sin embargo, las dimensiones relacionadas con la calidad de uso se convierten en bases importantes por las que se estratifican los beneficios de la tecnología (van Dijk, 2005). DiMaggio y Hargittai (2001), a principios de 2000, identificaron cinco dimensiones en las que se puede articular la desigualdad digital entre las personas mayores.

La primera se refiere a la variación en los medios técnicos (hardware y conexiones) por los que las personas acceden a Internet (van Deursen y van Dijk, 2019). La hipótesis es que un dispositivo técnico inferior reduce los beneficios que los usuarios pueden obtener de Internet, ya sea porque no pueden acceder a determinados sitios o porque su experiencia en la Web es menos gratificante y abandonan. En un estudio reciente de van Deursen y van Dijk (2019), dentro de una muestra representativa en los Países Bajos, observaron una correlación inversa con la edad en términos de la diversidad de dispositivos utilizados. En cualquier caso, existe evidencia que demuestra que tener acceso a material diverso y acceso físico frecuente no garantiza resultados beneficiosos (van Deursen y Helsper, 2015).

La segunda es la variación en la medida en que las personas tienen autonomía al usar Internet, por ejemplo, si acceden desde el trabajo o desde casa, si su uso es supervisado o no, o si deben competir con otros usuarios por el tiempo en línea (Bucy y Newhagen, 2004; van Dijk, 2006). Sobre la autonomía del acceso a Internet, se evidencia la importancia de los puntos de acceso de calidad para un uso beneficioso de Internet, así como una asociación entre el estatus socioeducativo y la calidad del acceso a Internet (Hassani, 2006).

La tercera es la desigualdad en las habilidades que las personas aportan al uso de Internet. Como generalmente se supera el acceso a los recursos entre los ciudadanos, se define una tercera variación en las habilidades requeridas para un uso productivo de las TIC (por ejemplo, Witte y Mannon, 2010; Zillien y Hargittai, 2009). Estudios recientes en países avanzados como Dinamarca (van Boekel, Peek y Luijkx 2017) y Alemania (Schehl, Leukel y Sugumaran, 2019) han demostrado que los adultos mayores son un grupo heterogéneo, con varias categorías de usuarios de Internet que se identifican según la frecuencia, tipo y alcance del uso. Sin embargo, otros estudios cualitativos llevados a cabo en los EE. UU. (Por ejemplo, Heart y Kalderon, 2013) y Canadá (Schreuers, Quan-Haase y Martin, 2017) mostraron que la gama de actividades realizadas por los adultos mayores a través de la tecnología es limitada; de modo que sus habilidades se verán limitadas al contexto de estas actividades, reduciendo la gama de actividades (digitales) que podrían beneficiar sus vidas. Esto es lo que Schreuers et al. (2017) denominó la burbuja de habilidades digitales, donde algunas actividades y habilidades son muy familiares, mientras que otras no. Así, y según estos autores, para superar estas limitaciones habrá que expandir la burbuja, para que los adultos mayores mejoren sus habilidades. Pero esto solo puede ocurrir si tienen más oportunidades y apoyo social para probar y utilizar las TIC (Francis et al., 2018).

La cuarta es la desigualdad en el apoyo disponible para los usuarios de Internet. Existen numerosos estudios que han intentado comprender la formación y el apoyo necesarios para fomentar la alfabetización digital de los adultos mayores (p. ej., Friemel, 2016; Hardill y Olphert, 2012; Hunsaker et al., 2019; Quan-Haase, Mo y Wellman 2017; Sayago, Sloan y Blat, 2011). En general, la alfabetización digital se adquiere a través de la experiencia, que va más allá de la exposición básica a la tecnología (Murray y Pérez, 2014). Entre las personas mayores, el apoyo social –familia y amigos– constituyen algunos de los principales estímulos y fuentes de alfabetización para el uso de Internet (Friemel, 2016). Sin embargo, el apoyo brindado puede carecer de inmediatez, dejando a los adultos mayores dependientes de la disponibilidad de otros para atenderles (Hunsaker et al., 2019). En este sentido, estudios cualitativos han encontrado que las personas mayores pueden preferir optar por fuentes formales de apoyo (Seo et al., 2019), debido a la carga que puede conllevar (Peek et al., 2016), o al sentimiento de dependencia, de la propia familia (Schreurs et al., 2017). Hunsaker y col. (2019), basado en entrevistas cualitativas en profundidad con una muestra multinacional de adultos mayores, exploró las necesidades de apoyo de los adultos mayores en el uso de los medios digitales y concluyó que los enfoques educativos que enfatizan el apoyo individualizado y la amplia disponibilidad podrían permitir una experiencia mejorada adaptada a una diversa gama de intereses.

La quinta es la variación en los propósitos para los cuales las personas usan la tecnología. La regulación de los contextos sociales conlleva una serie de desafíos para los adultos mayores. El modelo teórico de selección, optimización y compensación de la vida (Baltes y Baltes, 1990) es útil para comprender los propósitos de las personas mayores cuando utilizan Internet. Desde la perspectiva de la selección, hay quienes argumentan que es esencial para un buen envejecimiento utilizar la tecnología de manera proactiva con el fin de moldear los contextos sociales de acuerdo con las necesidades y objetivos específicos de la edad (Rohr y Lang, 2009). El principio de optimización se refiere al papel de la tecnología para mejorar la regulación de los contextos sociales de las personas mayores. Existe evidencia empírica de que las TIC en la vejez no solo se utilizan para compensar la pérdida (p. ej., aislamiento, contacto poco frecuente) sino también para optimizar y mejorar el contacto (p. ej., Hogeboom et al., 2010; Rainie y Zickuhr, 2015; Smith, 2014). Finalmente, el principio de compensación se refiere a las formas en que se utiliza la tecnología para hacer frente a las experiencias de pérdida asociadas con el envejecimiento. Por ejemplo, en un estudio longitudinal con adultos mayores japoneses, los investigadores encontraron que el uso de teléfonos celulares reduce la depresión en mujeres mayores (Minagawa y Saito, 2014).

Referencias

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DiMaggio, P., & Hargittai, E. (2001). From the ‘digital divide’to ‘digital inequality’: Studying Internet use as penetration increases. Princeton: Center for Arts and Cultural Policy Studies, Woodrow Wilson School, Princeton University, 4(1), 4-2.

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